Convento de
San José (o de las madres), el primero de los fundados por Santa Teresa. Allí
estamos prácticamente solos y disfrutamos de la conversación con el encargado
del lugar, que es el casi único contacto de las hermanas de clausura con el
mundo. Allí empezó la Santa sus fundaciones, un 24 de agosto de 1562. Se visita
la Iglesia Primitiva, la actual y el pequeño museo de reliquias y arte. Nos
cuentan que las monjas, 20 en la actualidad, viven como hace siglos, sin agua
corriente, sin calefacción, con un importante ayuno que dura otoño e invierno,
y dedicadas a la oración. Duermen sobre colchones de paja, poco, y visitan al
médico sólo si es estrictamente necesario. Pero son felices, nos dice Paco.
Tocan instrumentos musicales y el otro día le cantaron por su cumpleaños.
Parecen ser felices y no nos entienden, dicen que estamos amargados, o eso
reflejan nuestros rostros, cuando ocasionalmente nos ven desde un coche. Es la
una de la tarde y se les escucha rezar escondidas tras uno de los muros de la
Iglesia. Cuesta ponerse en su sitio, cuesta entender esa vida que a nuestros
ojos es monótona y perdida. Quizás todo se resuma en ese pensamiento que
expresan dirigido al mundo, ¿Qué hacéis con vuestra vida? si ésta se acaba, nos
interpelan, ¿qué hacéis acaparando cosas? La sala única del museo teresiano
alberga objetos que pertenecieron a la Santa y arte que parece estar de más en
un sitio donde el mundo parece haberse detenido.
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