En busca de
aventuras mas excitantes iniciamos camino en el coche y nos aventuramos a
llegarnos al Monasterio de la Santa Espina, la decisión merece la pena. Se
funda en el siglo XII por monjes cistercienses llegados de Francia y desde
finales del diecinueve alberga una escuela de capacitación agraria todavía en
funcionamiento hoy en día para mas de 100 internos de lunes a viernes. Esto nos
lo cuenta uno de los hermanos de La Salle que en una visita guiada muy amena
nos ilustra sobre la historia y la arquitectura. Se le nota al señor que le
sobra el conocimiento y que es ducho en el arte de contar, nos habla
profusamente y con detalle, conocemos la existencia de la escalera de noche
para que los monjes pasaran de la iglesia a las habitaciones y de la de día
para que fueran al claustro. Se venera un trozo de la corona de espinas de
Cristo, que sólo se saca en Viernes Santo. Una de las capillas alberga las
tumbas de Rafael Cavestany y esposa. Él, ministro de Agricultura con Franco,
impulsó la creación de un pueblo al lado del monasterio, como parte de la tarea
del Instituto Nacional de Colonización de contribuir al desarrollo agrario.
El Monasterio
de La Santa Espina lo mandó construir doña Sancha de Castilla, hermana de
Alfonso VII el Emperador, en el año 1147. Esta infanta obtuvo por mediación del
Rey francés, Luis el Joven, una espina de la corona de nuestro Señor custodiada
en el Monasterio de San Dionís, y que posteriormente regaló a este Monasterio,
de ahí su nombre de Real Monasterio de Santa María de La Santa Espina. En el
mismo año llegaron los primeros monjes cistercienses, enviados por San
Bernardo, a cuyo frente, según cuenta la tradición, venía San Nivardo, su
hermano.
Al monasterio
se accede por un arco de triunfo del s. XVI. Muy cerca se encuentra un monolito
que recuerda el encuentro de Felipe II con D. Juan de Austria “Jeromín”,
acontecimiento acaecido el día 28 de septiembre de 1559, en este lugar.