viernes, 1 de abril de 2016

carmus



Nuestro siguiente destino es el Museo Carmus enclavado en el convento de las carmelitas descalzas fundado por la santa en 1571. Allí compro el libro del día del libro, Las fundaciones. Un video da la bienvenida. Bastaba una campanilla y  una casa para establecer una fundación. Todo lo demás sobra. “Todo se pasa, sólo Dios basta”. Diversas salas recogen arte y costumbres. Un sufriente Nazareno guatemalteco esculpido por Paulino Ceballos preside una de las salas. Al otro lado la incomparable mano de Pedro de Mena trazó una Dolorosa (1675) en su escaparate que parece querer escapar de su encierro perpetuo. Se suceden vitrinas con orfebrería y objetos de liturgia, así como objetos del trabajo conventual, planchas, braseros, tijeras. También hay reliquias de múltiples santos, todas encerradas, pequeños huesos, bajo gran ornamentación. En la sala de pintura, aparece un lienzo que no deja lugar a dudas, es una Virgen con niño de Luis de Morales. Y también un Cristo con la cruz a cuestas obra de un italiano desconocido para mí, Palmezzano (1463-1539). La sala de óleos sobre cobre sorprende. Colores vivos en diferentes formatos presentan muy diversas escenas. Pasamos al camarín donde se encuentra el cofre con los restos de la santa. Diez llaves repartidas por el mundo. A su lado se exponen el corazón y el brazo izquierdo. Lugar de oración, al otro lado se divisa la iglesia. Bajaremos a ella después para visitar otra sala con mas documentos, atuendos y reliquias de Teresa de Jesús. Mas cuadros y el espacio de la celda donde murió. A su vera la silla de su contemporáneo San Juan de la Cruz. Ya llegan las hordas de turistas que llenan el pequeño recinto desde el que escapamos entre gritos de prohibido hacer fotos. La iglesia se prepara para la misa. Se ensaya desde el coro y se mueven agitadas las gentes para buscar sitio. Turistas y campanas que suenan, es día de fiesta en la iglesia de la Anunciación.
Dice la Santa en sus Fundaciones que para los padres de la mecenas del convento, Teresa de Laíz , la niña era su quinta hija a la que hicieron poco caso en sus primeras horas. Querían un niño. Dicen que al tercer día y ante los desconsolados llantos de la niña, sóla todo el día, alguien se acercó a ella y le dijo, ¿no sois Cristiana?. El bebé contestó, "sí, soy", ante sorpresa de todos. Ya no volvió a abrir la boca hasta la edad normal. Años después, ya casada, no podia tener hijos, y ante los rezos y oraciones no correspondidas, el Señor le puso en el camino de la fundación.

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