
Acabamos de
abandonar el castillo de la Mota, dos horas de visita guiada dividida en dos
partes. Se define mota como elevación de escasa altura, casi tan insignificante
como esa motas de polvo. Indistinguible desde el aire, sí desde tierra.
Suficiente entidad como para servir de asentamiento natural y defensivo. Ahí
nació Medina. La visita se disfruta. Firmamos una autorización para subir a la
torre del homenaje. Pocas escaleras pero de escalón alto e incómodo. No aptas
para edades lejanas. La subida merece la pena. Desde arriba la vista se pierde,
la ancha Castilla. Abajo el camposanto, con verdes enjutos y elevados al cielo.
El castillo se muestra enladrillado, en sol y sombra mañanera que pide
chaqueta. Hay visitantes, en busca de historia o de descanso, quizás a rebufo
de la antigua vida televisada de Isabel, es martes, y la vida de ahora no
existe más allá de las paredes, gruesas, de la fortaleza; se escuchan pasos y
comentarios, lo demás silencio. El castillo fue reconstruido por la Falange
tras la guerra civil, años 40, ahí se instaló la sección femenina y su
internado. Nos asomamos al mirador de la reina Juana, la loca. Dicen que aquí
pasaba horas y hasta aquí vino su madre Isabel a cuidar su locura. La lección
no es sólo de historia sino de lenguaje. Hay partes de la construcción en las
que se emplea cal y canto, el rodado. Y los agujeros de las paredes se llaman
mechinales, enganches para andamios. También hay impactos que no agujerean la
pared, y son de lucha, casi inofensivos en aquellos tiempos, muescas sobre la
rotunda construcción. El foso no tiene agua y no es por falta de ella. Es
diseño, para dar visibilidad a la galería subterránea que recorremos, ideada en
el siglo XV por ingenieros italianos al servicio del rey Fernando. Desde ahí se
dispara y se para el asedio. Y para finalizar el patio del castillo contempla
una copia de la portada de piedra del Hospital de la Latina. Este nombre se
debe al de su fundadora, Beatriz Galindo, profesora de latín de la reina
Isabel, y que junto con su marido Francisco Ramírez construyen este hospital en
el barrio que hoy se conoce de esa guisa en Madrid. La portada original está en
la escuela de Arquitectura de la capital.
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