
Visito el Artium o museo de
arte contemporáneo de Vitoria. “Cuando tiras un papel, no pensás”, eso dice la
artista que arroja papeles al suelo. Liliana Parker expone, aparte de eso,
pequeños muñecos, de aquellos de sobre sorpresa, que en algunos casos parecen
alejarse de la escena. Dejan rastros, a veces parece sangre, otras veces, el
líquido es azul, o restos de humo del disparo. Exposición temporal por partida
doble. Mucho espacio, mucho edificio para tan poco. La colección permanente es
pequeña, escasas piezas, pero de artistas de renombre. Dalí, por ejemplo, y su
retrato de Mildred Fagen. De Rafael Lafuente, mujer en un paisaje. Se suceden
los mensajes ante los escasos visitantes. Alguien destruye a Moisés en video.
Algo de música, techos altos, paredes blancas. Un pedazo de cielo cristalizado
preside la entrada. 15000 piezas de vidrio soplado en forma de lágrimas forman
una gigantesca lámpara que no ilumina. Repiquetean las lágrimas por mor del
viento. Buscando cual se mueve, por qué esa sí y otra no. Corrientes de aquí y
de allá, de repente se agitan, luego paran. Mover el aire, tintinear el cristal.
Javier Pérez, 2001. (Descubro luego que no es el aire quién las mueve, sino un
motor, a voluntad, una vez más, la poesía del momento queda hecha añicos por la
realidad, mecánica) 15 años cumple el museo. A mí me pareció una vida.
Lafuente, Vitoria,1935-2005
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